La Piedad es una bella
escultura mundialmente famosa y que su presencia en los cementerios mexicanos
es notable, las hay en 3 ó 4 variedades, y en diversos tamaños, una de las más
notables se encuentra en el cementerio de La Purísima, en la ciudad de
Zacatecas. Por lo anterior, es obligación conocer un poco la historia de esta
icónica figura para entender el por qué su presencia en cada uno de los
cementerios de México.
"La Piedad” o
“Piedad del Vaticano” es un conjunto
escultórico del renacimiento italiano creada por el pintor y escultor
florentino Miguel Ángel Buonarroti en el año 1499 cuando tenía 24
años de edad. El tema de la Piedad, tanto en pintura como en escultura,
representa el dolor de la Virgen María al sostener en sus brazos el cadáver de
su hijo Jesucristo cuando éste desciende de la cruz. "La Piedad" fue
un encargo del Cardenal de Saint-Denis para ser colocada en la Basílica de San
Pedro en Roma. El contrato, firmado en el año 1498, especificaba el material,
el tema, el tamaño, los plazos y el precio del encargo. La obra se encuentra
actualmente en la Capilla del Crucifijo, de la Basílica de San Pedro del
Vaticano, Roma, Italia. La obra escultórica
mide 195 centímetros de ancho y 174 centímetros de alto. La obra a pesar
de ser un bulto redondo, o sea, que permite un desplazamiento visual alrededor
de la obra, fue diseñada especialmente para una contemplación frontal.
La obra es un conjunto escultórico hecho de una
sola pieza de mármol blanco extraído de las montañas de Carrara, famosa por la
gran calidad de su mármol. El block de mármol en el que fue creada la escultura
fue extraído de la antigua cantera conocida como "ladera del
Polvaccio" o "cueva del Polvaccio", cuya particularidad
radica en que su mármol posee una gran calidad para la talla. Tal y como era
costumbre y gusto en el Renacimiento Italiano, Miguel Ángel Buonarroti talló la
escultura de la Piedad en un sólo block de mármol. Para ello, el propio artista
se presentó en las canteras de los Alpes Apuanos, situadas al norte de la
ciudad de Carrara, en la Toscana, donde eligió minuciosamente el bloque de
mármol blanco en el que tallaría posteriormente la Piedad. Por supuesto, trasladar un bloque de esas
dimensiones en aquella época entrañaba muchas dificultades. Por un lado había
que cortar el mármol con una sierra de cable con medios humanos, y por otro,
sacar el bloque de la montaña con la ayuda de unas cuñas de madera o piedra,
dejándolo caer posteriormente sobre un pequeño terraplén para no dañarlo. Más
tarde, con un sistema de poleas mediante cuerdas, varios hombres hacían
descender el bloque por la ladera de la cantera. Este procedimiento demuestra
que no sólo era un proceso largo y tedioso, sino también muy peligroso debido
al gran peso del material; de hecho, el propio Miguel Ángel casi pierde la vida
en una ocasión durante este proceso. El bloque de mármol fue trasladado a la
costa de Carrara, donde fue enviado posteriormente en barco hasta Roma para
comenzar su talla.
Jacopo Galli,
representante de Miguel Ángel en dicho contrato, aseguró al cardenal
benedictino que la obra estaría concluida en el plazo de un año, y que
sería « la escultura más bella de toda Roma, ya que ninguno de los
Maestros actuales serían capaces de superarla ».
La Piedad es la
primera y única obra firmada por Miguel Ángel. Se dice que decidió grabar su
nombre en la escultura la misma noche en que escuchó a alguien afirmar que
dicha obra no era de su autoría.
La Piedad del
Vaticano es la primera de las tres esculturas que con este tema esculpió Miguel
Ángel a lo largo de su vida; las otras dos son la Piedad Palestrina y
la Piedad Rondarini. Cuando la realizó apenas contaba con
veintitrés años y, pese a su juventud, en ella demuestra el genio que lo
acompañará toda su vida. Esta piedad es, al mismo tiempo que la obra de un
enorme artista, la culminación y el rompimiento de todo un siglo de
hallazgos realizados a lo largo de una época: el Renacimiento florentino.
Está estructurada en una composición piramidal, o si se quiere triangular,
donde confluyen diversas líneas de tensión y trazos reguladores en diagonal que
están señalados por puntos clave como la mano izquierda de la virgen, los pies
de Jesús, su mano derecha y su cabeza y el gran pliegue del manto a la
izquierda de la composición. Todos estos trazos, que no son evidentes a la
vista, están dispuestos de acuerdo a un arreglo revolucionario, no solo por las
direcciones en diagonal, sino también porque penetran tridimensionalmente a las
figuras y se reflejan en otros tantos detalles en la parte posterior de la
escultura y en los laterales. Miguel Ángel rompió así la composición plana e
ilusionista de la perspectiva cónica, que exigía circunscribir a los elementos
de una pintura o escultura a un arreglo predominantemente bidimensional,
generando la ilusión de la tercera dimensión a través de las fugas de la
perspectiva. El establecer nuevos cánones en la composición de las formas, por
supuesto era una transgresión a las normas que por ese entonces ya eran
consideradas como legum para los artistas.
La virgen, que es
muy joven, casi una niña por la delicadeza de sus facciones, está enormemente
desproporcionada en lo que respecta al canon de su cuerpo y el manto. Jesús,
que sí está esculpido de acuerdo a las proporciones heroicas de los modelos
antiguos, parece mayor que ella.
Varias de las líneas
de tensión confluyen por el frente en el entrecejo del rostro de la virgen, que
contempla con contenida pena y misericordia a Jesús. Una niña sosteniendo a su
hijo varón que está muerto, aunque parece dormido y ajeno al drama que se está
desarrollando. Esta niña, por sus proporciones es una verdadera gigante y
Miguel Ángel la esculpió así a propósito para representar, de forma inequívoca,
el carácter doble de la mujer que es a la vez madre y contenedora del cuerpo al
que dio a luz en su día. Esta desproporción es, una vez más, una transgresión
de Miguel Ángel al modo de hacer de los artistas de su tiempo y con ello abrió
toda una serie de nuevas posibilidades expresivas en las cuales la forma se
debe someter al contenido, que es al fin y al cabo, el elemento esencial de
toda gran obra de arte.
Uno de los debates
interesantes que originó la Piedad del Vaticano después de inaugurarse la obra
fue la eterna juventud que presentaba la Virgen. Cuando se le preguntó al
maestro porqué había representado a la Virgen tan joven, éste contestó: « Las personas enamoradas de Dios no
envejecen nunca. La Madre tenía que ser joven, más joven que el Hijo, para
demostrarse eternamente Virgen; mientras que el Hijo, incorporado a nuestra
naturaleza humana, debía aparecer como otro hombre cualquiera en sus despojos
mortales. », Miguel Ángel Buonarroti
Miguel Ángel se mostró desde un principio bastante caprichoso y perfeccionista con el encargo, hasta tal punto, que presentó la obra a tan sólo dos días antes de cumplirse el plazo, por lo que, el cardenal de Saint Denis, promotor de la obra y que lamentablemente había fallecido unos días antes, no pudo ver finalmente concluida la obra. Debido al fallecimiento del cardenal, la Piedad se emplazó en un primer momento en el sepulcro del eclesiástico, ubicado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano, tal y como había sido su deseo. Sin embargo, más tarde sería trasladada a la Capilla de San Pedro, posteriormente a la capilla della Febbre, (por este motivo también se la conoce como la Virgen della Febbre), y desde 1749 se exhibe en la capilla del Crucifijo, la 1ª capilla a la derecha de la Basílica San Pedro, donde puede admirarse hoy en todo su esplendor.
Otro de los debates que suscitó la bellísima obra creada por el gran Miguel Ángel para San Pedro fue su autoría, ya que, debido a su juventud, —contaba con tan sólo 24 años de edad—, resultaba prácticamente imposible que un artista tan joven pudiese haber tallado tal inmensa obra de arte de absoluta perfección, extrayéndola de un único bloque de mármol. De modo que otra de las curiosidades de la Piedad del Vaticano es que se trata de la única obra firmada por el artista. Tal y como describe Giorgio Vasari en la biografía de Michelangelo: «...un día, al entrar Miguel Ángel en la capilla donde está la Piedad, encontró allí a gran número de forasteros lombardos que alababan mucho la obra. Uno de ellos le preguntó a otro quién la había ejecutado y éste contestó: "Nuestro Gobbio, de Milán". Miguel Ángel nada dijo, pero le dolió que sus esfuerzos fuesen atribuidos a otro, de modo que una noche se encerró en la capilla con una luz y sus cinceles, y grabó su nombre en la obra ». Para que no hubiese ninguna duda de su autoría, Miguel Ángel talló en la cinta que sostiene el manto de la Virgen la inscripción, « MICHEL A(N) GELUS BONAROTUS FLORENT(INUS FACIEBAT. », cuya traducción: « Miguel Ángel Buonarroti, el florentino, la hizo. »
Miguel Ángel se mostró desde un principio bastante caprichoso y perfeccionista con el encargo, hasta tal punto, que presentó la obra a tan sólo dos días antes de cumplirse el plazo, por lo que, el cardenal de Saint Denis, promotor de la obra y que lamentablemente había fallecido unos días antes, no pudo ver finalmente concluida la obra. Debido al fallecimiento del cardenal, la Piedad se emplazó en un primer momento en el sepulcro del eclesiástico, ubicado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano, tal y como había sido su deseo. Sin embargo, más tarde sería trasladada a la Capilla de San Pedro, posteriormente a la capilla della Febbre, (por este motivo también se la conoce como la Virgen della Febbre), y desde 1749 se exhibe en la capilla del Crucifijo, la 1ª capilla a la derecha de la Basílica San Pedro, donde puede admirarse hoy en todo su esplendor.
Otro de los debates que suscitó la bellísima obra creada por el gran Miguel Ángel para San Pedro fue su autoría, ya que, debido a su juventud, —contaba con tan sólo 24 años de edad—, resultaba prácticamente imposible que un artista tan joven pudiese haber tallado tal inmensa obra de arte de absoluta perfección, extrayéndola de un único bloque de mármol. De modo que otra de las curiosidades de la Piedad del Vaticano es que se trata de la única obra firmada por el artista. Tal y como describe Giorgio Vasari en la biografía de Michelangelo: «...un día, al entrar Miguel Ángel en la capilla donde está la Piedad, encontró allí a gran número de forasteros lombardos que alababan mucho la obra. Uno de ellos le preguntó a otro quién la había ejecutado y éste contestó: "Nuestro Gobbio, de Milán". Miguel Ángel nada dijo, pero le dolió que sus esfuerzos fuesen atribuidos a otro, de modo que una noche se encerró en la capilla con una luz y sus cinceles, y grabó su nombre en la obra ». Para que no hubiese ninguna duda de su autoría, Miguel Ángel talló en la cinta que sostiene el manto de la Virgen la inscripción, « MICHEL A(N) GELUS BONAROTUS FLORENT(INUS FACIEBAT. », cuya traducción: « Miguel Ángel Buonarroti, el florentino, la hizo. »
En 2003, después de
entrar en una tienda de antigüedades de la zona norte de Italia, un
coleccionista de arte italiano compró un modelo en terracota de pequeño tamaño,
apenas 30 cm. de altura, que se hallaba en una cajita llena de moho y que
representaba una Piedad, con la particularidad de que la pieza había sido
policromada (pintada) hasta en nueve ocasiones. Dicho coleccionista encomendó
una restauración a la Dra. Loredana Di Marzio, que necesitó tres años para
eliminar las sucesivas capas de repintado. Al terminar, asombrados, después de
realizar un análisis exhaustivo de la obra, -el modelo había sido creado al
tamaño de una braccia (0,595 m.), medida antigua muy habitual en los modelos en
terracota de Michelangelo-, los expertos descubrieron que se trataba nada menos
que del modelo original creado en terracota por Miguel Ángel -a finales del
cuatrocientos italiano- para la Piedad del Vaticano. Es sabido que Miguel Ángel
era una persona agnóstica (que ni creía, ni dejaba de creer en Dios), y el
modelo en terracota descubierto en 2003 presentaba tres figuras: la Virgen,
Jesucristo y un cupido, este último descartado de la obra final en mármol.
El cupido, del que lamentablemente sólo se conservan el torso y uno de los brazos que sujeta la mano de Jesús, es de origen pagano. Este ángel portaba entre sus alas (hoy perdidas junto con la cabeza) un carcaj de flechas, lo que hace suponer que Miguel Ángel representó en un principio a dos esposos en la Piedad del Vaticano, de ahí la juventud que presenta la Virgen. Un cupido representa en la mitología romana al dios del deseo amoroso, no como un amor filial entre una madre y su hijo, sino como el amor carnal de dos personas que se quieren y han contraído matrimonio. Si Miguel Ángel hubiese presentado la Piedad con un cupido ante la Santa Sede del Vaticano, al ser de origen pagano, probablemente habría causado profundo malestar y gran polémica en el seno de la Iglesia. Por este motivo, previsiblemente Miguel Ángel decidió descartarlo en la escultura final. Existen muchos mensajes ocultos en las obras de Miguel Ángel, y sin duda la Piedad del Vaticano es una de ellas. « Ya a los 16 años, mi mente era un campo de batalla: mi amor por la belleza pagana, el desnudo masculino, en guerra con mi fe religiosa. Una polaridad de temas y formas, una espiritual y la otra terrenal. », Miguel Ángel Buonarroti.
El ángel pensado en un principio por Miguel Ángel para la Piedad del Vaticano hubiese completado el triángulo equilátero perfecto en el que quedarían inscritas las tres figuras. Para corroborar el gran descubrimiento del modelo en terracota de pequeñas dimensiones, es muy interesante señalar que en documentos del siglo XVI se halló un inventario de propiedades de una familia rica boloñesa -de apellido Casali- que poseía"un modelo de una Piedad hecha por Miguel Ángel de terracota" y que, en 1.581, tenía expuesto en su capilla familiar. Annibale Carracci, empleado por la familia, pintó ese modelo en 1.599 (unos cien años después de haberse creado el original). La pintura realizada por Carracci, máximo rival de Caravaggio en el Barroco italiano, refleja la misma forma y composición que el modelo en terracota creado por Miguel Ángel. Este pequeño modelo de apenas 30 cm. realizado en terracota fue creado por el artista para convencer definitivamente al cardenal de St. Denis de crear una escultura final en mármol a gran tamaño. Este procedimiento de los artistas era muy habitual en el Renacimiento, ya que de esta forma se aseguraban la comisión de los encargos.
El tridente a modo de pirámide imaginaria suele funcionar muy bien en diseño, tres elementos que se complementan y forman un todo; en pintura y fotografía se llama tríptico. Si contemplamos la Piedad del Vaticano de frente, en la que Miguel Ángel hizo especial énfasis, —para que la obra fuese observada principalmente desde ese punto de vista, lo que se conoce como punto de vista único miguelangelesco—, el grupo o conjunto escultórico presenta una composición piramidal, quedando las figuras inscritas en un triángulo equilátero. El gran realismo alcanzado por Miguel Ángel en la Piedad del Vaticano sólo fue posible gracias al estudio exhaustivo previo de la figura humana. Después de realizar un Crucifijo de madera para el altar mayor de la Iglesia de Santo Spirito de Florencia, agradó tanto al prior, que éste permitió a Miguel Ángel « el uso de locales en que, disecando cadáveres para estudiar la anatomía humana, empezó a dar perfección a su gran capacidad de dibujante ». Este tipo de prácticas estaban prohibidas y penadas con la hoguera en aquella época, y sin embargo artistas como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel sí consiguieron estudiar la anatomía humana de esta forma para perfeccionar su arte.
La bellísima Piedad creada por Miguel Ángel en su primera etapa clasicista quedó finalmente representada por la Virgen María, quien, con la cabeza ligeramente inclinada, sostiene en su regazo a su hijo Jesucristo muerto; a la vez, con su mano izquierda extendida, la Virgen ruega una oración por su alma.
A esa obra, nunca piense escultor o artista sobresaliente poder añadirle jamás mejor composición o mayor gracia, ni superarla en finura, pulido o delicada talla del mármol, porque en ella se resume todo el valor y toda la fuerza del arte. Entre las bellezas que allí se encuentran, aparte de los divinos drapeados, se destaca el Cristo muerto; en belleza de los miembros y arte en la representación del cuerpo, es un desnudo insuperable, bien estudiado en cuanto a músculos, venas, nervios y huesos y, además, no hay muerto que parezca más muerto que éste. La dulcísima expresión del rostro y la concordancia en las coyunturas de brazos, piernas y torso, el trabajo de las venas, todo causa maravilla, y se asombra uno de que la mano de un artista haya podido hacer en tan poco tiempo cosa tan admirable; porque ciertamente es un milagro que una piedra, en principio sin forma alguna, pueda ser llevada jamás a la perfección que la naturaleza, con esfuerzo, suele dar a la carne.
Esta Piedad le dio mucha fama y si bien algunos dicen que hizo demasiado joven a la Virgen ¿no advierten ni saben que las personas vírgenes inmaculadas mantienen y conservan largo tiempo la expresión de su rostro sin alteración alguna, mientras que con los afligidos, como Cristo, ocurre lo contrario? De modo que esa obra agregó bastante más gloria y fama a su talento que todas las anteriores.
El cupido, del que lamentablemente sólo se conservan el torso y uno de los brazos que sujeta la mano de Jesús, es de origen pagano. Este ángel portaba entre sus alas (hoy perdidas junto con la cabeza) un carcaj de flechas, lo que hace suponer que Miguel Ángel representó en un principio a dos esposos en la Piedad del Vaticano, de ahí la juventud que presenta la Virgen. Un cupido representa en la mitología romana al dios del deseo amoroso, no como un amor filial entre una madre y su hijo, sino como el amor carnal de dos personas que se quieren y han contraído matrimonio. Si Miguel Ángel hubiese presentado la Piedad con un cupido ante la Santa Sede del Vaticano, al ser de origen pagano, probablemente habría causado profundo malestar y gran polémica en el seno de la Iglesia. Por este motivo, previsiblemente Miguel Ángel decidió descartarlo en la escultura final. Existen muchos mensajes ocultos en las obras de Miguel Ángel, y sin duda la Piedad del Vaticano es una de ellas. « Ya a los 16 años, mi mente era un campo de batalla: mi amor por la belleza pagana, el desnudo masculino, en guerra con mi fe religiosa. Una polaridad de temas y formas, una espiritual y la otra terrenal. », Miguel Ángel Buonarroti.
El ángel pensado en un principio por Miguel Ángel para la Piedad del Vaticano hubiese completado el triángulo equilátero perfecto en el que quedarían inscritas las tres figuras. Para corroborar el gran descubrimiento del modelo en terracota de pequeñas dimensiones, es muy interesante señalar que en documentos del siglo XVI se halló un inventario de propiedades de una familia rica boloñesa -de apellido Casali- que poseía"un modelo de una Piedad hecha por Miguel Ángel de terracota" y que, en 1.581, tenía expuesto en su capilla familiar. Annibale Carracci, empleado por la familia, pintó ese modelo en 1.599 (unos cien años después de haberse creado el original). La pintura realizada por Carracci, máximo rival de Caravaggio en el Barroco italiano, refleja la misma forma y composición que el modelo en terracota creado por Miguel Ángel. Este pequeño modelo de apenas 30 cm. realizado en terracota fue creado por el artista para convencer definitivamente al cardenal de St. Denis de crear una escultura final en mármol a gran tamaño. Este procedimiento de los artistas era muy habitual en el Renacimiento, ya que de esta forma se aseguraban la comisión de los encargos.
El tridente a modo de pirámide imaginaria suele funcionar muy bien en diseño, tres elementos que se complementan y forman un todo; en pintura y fotografía se llama tríptico. Si contemplamos la Piedad del Vaticano de frente, en la que Miguel Ángel hizo especial énfasis, —para que la obra fuese observada principalmente desde ese punto de vista, lo que se conoce como punto de vista único miguelangelesco—, el grupo o conjunto escultórico presenta una composición piramidal, quedando las figuras inscritas en un triángulo equilátero. El gran realismo alcanzado por Miguel Ángel en la Piedad del Vaticano sólo fue posible gracias al estudio exhaustivo previo de la figura humana. Después de realizar un Crucifijo de madera para el altar mayor de la Iglesia de Santo Spirito de Florencia, agradó tanto al prior, que éste permitió a Miguel Ángel « el uso de locales en que, disecando cadáveres para estudiar la anatomía humana, empezó a dar perfección a su gran capacidad de dibujante ». Este tipo de prácticas estaban prohibidas y penadas con la hoguera en aquella época, y sin embargo artistas como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel sí consiguieron estudiar la anatomía humana de esta forma para perfeccionar su arte.
La bellísima Piedad creada por Miguel Ángel en su primera etapa clasicista quedó finalmente representada por la Virgen María, quien, con la cabeza ligeramente inclinada, sostiene en su regazo a su hijo Jesucristo muerto; a la vez, con su mano izquierda extendida, la Virgen ruega una oración por su alma.
A esa obra, nunca piense escultor o artista sobresaliente poder añadirle jamás mejor composición o mayor gracia, ni superarla en finura, pulido o delicada talla del mármol, porque en ella se resume todo el valor y toda la fuerza del arte. Entre las bellezas que allí se encuentran, aparte de los divinos drapeados, se destaca el Cristo muerto; en belleza de los miembros y arte en la representación del cuerpo, es un desnudo insuperable, bien estudiado en cuanto a músculos, venas, nervios y huesos y, además, no hay muerto que parezca más muerto que éste. La dulcísima expresión del rostro y la concordancia en las coyunturas de brazos, piernas y torso, el trabajo de las venas, todo causa maravilla, y se asombra uno de que la mano de un artista haya podido hacer en tan poco tiempo cosa tan admirable; porque ciertamente es un milagro que una piedra, en principio sin forma alguna, pueda ser llevada jamás a la perfección que la naturaleza, con esfuerzo, suele dar a la carne.
Esta Piedad le dio mucha fama y si bien algunos dicen que hizo demasiado joven a la Virgen ¿no advierten ni saben que las personas vírgenes inmaculadas mantienen y conservan largo tiempo la expresión de su rostro sin alteración alguna, mientras que con los afligidos, como Cristo, ocurre lo contrario? De modo que esa obra agregó bastante más gloria y fama a su talento que todas las anteriores.
Tres frases de "El
Divino" Miguel Ángel en
relación a la Piedad:
« La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina. »
« La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina. »
« ¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario. »
« En cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Sólo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos. »
Miguel Ángel Buonarroti
es considerado uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, incluso
algunos lo consideran el más grande. Miguel Ángel era ciertamente un artista de
esos pocos que se saltan cualquier clasificación y que contó además con la
veneración de sus coterráneos, pues lo llamaban “el divino”.
Considerado en el
mejor sentido romántico un genio como escultor, como pintor y como arquitecto,
destacado poeta y humanista, su arte va más allá de lo evidente y voy a
explicar esto. Como todo artista del Renacimiento, Miguel Ángel era
naturalista; esto quiere decir que partía de la realidad observable para crear
una plástica representable. Pero esto no quiere decir que fuese un realista, es
decir, que representase la realidad observable tal como es. Miguel Ángel, como
los demás artistas de su época, no representaba la realidad tal cual es, sino
tal cual él pensaba que debía ser; esto es entonces un arte que se podría
llamar idealista, pues responde más bien a la idea que tiene el artista sobre
lo que está representando, que a lo que es en realidad comprobable por los
sentidos, sobre todo por la vista.
Esto hace que Miguel
Ángel y los demás artistas del Renacimiento se asocien con el arte clásico, ya
que sus postulados son básicamente los mismos. Las antiguas fórmulas de
proporción y simetría, en íntima consonancia con los conceptos relativos al
idealismo de Platón, que Miguel Ángel pudo estudiar a fondo cuando asistía de
muy joven a la Academia Florentina, son la base conceptual de su obra, la cual
se manifiesta en su plástica particular. Pero existe algo en esta
plástica que hace que Miguel Ángel sea un artista cuya obra se escapa a las
meras fórmulas y principios rectores del clasicismo más puro y recalcitrante y
es que, ante todo, él era lo que podríamos llamar un transgresor. Transgresor
porque rompió con las fórmulas y las recetas establecidas, rompió con el
academicismo que siempre ha castrado la iniciativa y la evolución en las artes.
Demostró que no se es el mejor artista porque se sigan al pie de la letra los
postulados que otros han establecido como norma y regla. Creó sus propios
métodos, inventó nuevos lenguajes y experiencias, dejó atrás lo cómodo y
conocido y asumió su responsabilidad como artista y hombre que piensa por sí
mismo y no se oculta detrás de las “verdades” que otros han postulado. Rompía
la simetría, ignoraba los cánones, distorsionaba las formas, inventaba
escorzos; en fin, creaba, no imitaba. Esa es una de las grandes diferencias
entre los que verdaderamente crean y los mediocres.
Este gigante de las
artes y de toda la humanidad nació en Caprese, una villa de Toscana de la que
su padre era alcalde interino en el año que nació: 1475. Cuando acabó el cargo
de su padre, la familia se trasladó a Florencia, en donde el pequeño Miguel
Ángel recibió una esmerada educación. Perdió a su madre a los cinco años y
tenía problemas con su padre, que no veía con buenos ojos las inclinaciones de
su hijo hacia el arte, tarea que no le parecía apropiada a su estirpe. Como
sea, el joven Miguel Ángel lo convenció para dejarlo seguir con su inclinación
y a los doce años entró al taller del reconocido artista florentino
Ghirlandaio, donde permaneció como aprendiz durante un año. Su sueño era ser
escultor y empezó a frecuentar los jardines de la villa Médicis, en donde se
encontraba una buena colección de esculturas antiguas. Empezó a esculpir por su
cuenta y su talento llegó a oídos de Lorenzo Médicis, que al contemplar sus
primeras obras se hizo su admirador. Lorenzo llevó al joven Miguel Ángel a la
Academia Florentina, que funcionaba bajo su mecenazgo y allí se relacionó con
un selecto grupo de humanistas como Marsilio Ficino y Pico della Mirandola.
Allí también entró en contacto con el pensamiento platónico, aspecto que sería
de vital importancia a lo largo de su vida. Su formación entonces fue a la vez
como artista y también como humanista.
Tras la muerte de
Lorenzo de Médicis y ante las sombrías perspectivas que se avizoraban sobre
Florencia con las prédicas del monje Savonarola, Miguel Ángel se fue de la
ciudad y llegó a Bolonia, donde esculpió varias obras y en 1496 se fue a Roma,
donde alcanzó la fama. Fue en estos años y después, tras el advenimiento como
papa de Giuliano della Rovere, quien tomó el nombre de Julio II, cuando Miguel
Ángel alcanza sus primeras altas cimas como artista. Es entonces cuando
realiza La Piedad del Vaticano, inicia las esculturas del
mausoleo de Julio II y pinta la Capilla Sixtina, una gigantesca empresa que lo
consagra definitivamente como genio del arte. Aunque todavía desconocido para
muchos, desde muy temprana edad Miguel Ángel Buonarroti ya destacaba
enormemente por encima del resto de artistas, por lo que, durante su primera
estancia en Roma, su grandioso arte llamó poderosamente la atención del
cardenal de la Basílica de Saint-Denis, Jean Bilhères de Lagraulas, —embajador
de Francia en la Santa Sede del Vaticano—, quien para dejar un digno recuerdo
de sí en esta famosa ciudad, encargó a Miguel Ángel una Piedad de bulto redondo,
que, al concluirse, sería ubicada en San Pedro. No obstante, el encargo se
llevó a cabo bajo algunas condiciones, ya que, tal y como figura en el contrato
firmado en Roma, el 27 de Agosto de 1498, se trataría de « una Piedad
de mármol, hecha con una Virgen María vestida sosteniendo en sus brazos a su
hijo Jesucristo muerto, a escala natural ». El artista florentino conseguía
así su primer encargo importante, por el que iba a cobrar 450 ducados de oro en
moneda pontificia, y que debía realizar en el plazo de un año. La vida de
Miguel Ángel osciló siempre entre Roma y Florencia, realizando importantes
obras en ambas ciudades, tanto en escultura, como en pintura y unos años
después, también en la Arquitectura. El genio universal de Miguel Ángel quedó
patente en todas las empresas que acometió, por muy grandes y dificultosas que
fueran. Era un gigante que hacía los trabajos que solo un gigante puede
realizar. Ni Rafael y ni siquiera Leonardo eclipsaron su talento.
Pero su talante era
difícil y tenía un humor de perros. Era un atormentado que prefería pasarse
semanas y hasta meses en las montañas, buscando en las canteras los mejores
mármoles para extraer de ellos las figuras, retirando todo aquello que sobraba,
como solía decir. Su tormento interno hizo que cayera en severas crisis
depresivas a lo largo de los años y que se enemistara con mucha gente. Pero
todo le era perdonado porque era el más grande de los artistas, venerado y
hasta endiosado. Las crisis internas de Miguel Ángel lo llevaron en su vejez a
abandonar las ideas humanistas que siempre había enaltecido y se volvió un
devoto atormentado. Murió en 1564 a los 88 años, una edad notablemente larga
para esos tiempos. Fue enterrado con gloria y honores de príncipe en Florencia,
en la sacristía de la iglesia de la Santa Croce.
Fuentes
Bibliográficas:
Hubiera tenido cada fotografía, el lugar donde está ubicada dichas esculturas
ResponderBorrark ondas vro, muy buen trabajo. Esitos. me aiudaste con mi tarea. perdon la falta de ortografoa fue a proposito. Xd
ResponderBorrar:v.