Michele Giacomino Manchineli (1862 – 1938)
El escultor Michele Giacomino es muy recordado en
Monterrey por su obra funeraria, que sin duda es muy amplia. Fue un hombre dotado de una gran habilidad para realizar
con maestría las obras con una admirable e
inusitada rapidez. Fue
en nuestro país donde culminó una carrera llena de satisfacciones. Su presencia
siempre fue bien recibida, ya fuese por la sociedad yucatense, la capitalina o
la regia.
Fue en Monterrey donde se estableció de manera
definitiva para continuar con una actividad que siempre provocó halagos; aquí
conocería a la mujer que desposaría y lugar donde se retiraría para luego morir
y ser enterrado en el panteón de El Carmen, lugar donde reposan la mayoría de
sus monumentos funerarios y esculturas.
Michele Giacomino, arquitecto y decorador
italiano, personaje que recorrió mundo para
llegar a México, tocándole vivir los momentos de los preparativos del Centenario
de la Independencia, siendo partícipe en varios. Antes y después, artífices
compatriotas suyos habían tocado tierras mexicanas para expandir su arte; uno
de ellos, Adolfo Ponzanelli, con el que labró una buena amistad. Después de vivir en
Yucatán y en la ciudad de México, Giacomino prestó sus servicios a la ciudad de
Monterrey, donde llegó a realizar trabajos sin cobrarlos en aras de beneficiar a
la población que lo había acogido.
Giacomino incursionó en los distintos tipos de escultura
existentes, desde estatuas, relieves y bustos hasta la escultura arquitectónica
(edificios, mausoleos, monumentos funerarios). Aunque destacó en la realización
de bustos-retrato que desde sus inicios lo forjaron y le marcaron para toda la vida.
Escasa es la obra urbana que dejó este insigne personaje,
pero en la ciudad de los muertos, su obra todavía se mantiene en gran número.
Tanto el panteón de El Carmen como el panteón Dolores se conservan lápidas,
esculturas, monumentos funerarios y fotografías porcelanizadas donde la firma de
Michele Giacomino está presente. Su obra funeraria, así como la existente en la
ciudad, está siendo registrada y orientada a su difusión, considerando que no
se puede proteger lo que no se conoce.
Michele Giacomino Manchineli nació en la
ciudad de Potenza, provincia perteneciente a la región de Basilicata, al sur de Italia, el 30 de marzo de 1862.
Creció en una familia católica y de ingresos
modestos, “cuyo jefe de familia era un humilde artesano que trabajaba el mármol
y la piedra”; fue con su padre donde aprendió los primeros rudimentos del arte
del labrado; ahí se enamoró de las sutiles formas que tomaba el mármol; no
resulta extraña la elección profesional de Michele cuando su contacto habitual
con el mármol, el martillo y el cincel estaba influenciado por la actividad de
su padre.
A pesar de las habilidades mostradas ante personas entendidas
en el arte de la escultura, su condición humilde no le permitió matricularse en
una academia de arte, por lo que ingresó a la Escuela de Artes y Oficios, lugar
donde obtuvo “distinciones tan honrosas como la del primer premio en todos y
cada uno de los cursos de la clase de dibujo, destacándose siempre entre los
200 alumnos que hacían los mismos estudios”. Su
talento y dedicación lo hizo merecedor de la admiración y estímulo de sus
maestros.
Su valioso desempeño escolar le permitió ingresar a
la Real Academia de Bellas Artes de Nápoles en 1882. Su habilidad fue pulida
con la técnica de los profesores más distinguidos de la Academia en aquellos años,
entre los que destacaron Pisanti Giuseppe, Vincenzo Marinelli y Giuseppe De
Luca; su aprendizaje también se perfeccionó bajo la dirección de profesores
como Felipe Polizzi y los comendadores Morelli e Ignacio Pelischa.
En
la Real Academia fue alumno talentoso que obtuvo durante sus estudios varios
premios: mención honorífica en Modelado (1885 y 1886), medalla de plata en
ornato con figuras decorativas (1887), mención honorífica en Composición
(1887), medalla de plata en Plástica Ornamental, aplicación de primera clase y
pensión del gobierno de 1887 a 1888, primer premio pecuniario en Escultura de 1889
a 1890; y de 1890 a 1891, último año del curso, fue declarado maestro. En ese último año se celebró un concurso de
escultura en Nápoles, donde salió triunfante “en toda la línea”.
Despues de trabajar exitosamente en diversos países, desde un tiempo atrás, Giacomino tenía el deseo de conocer México, y fue ese deseo el motivo que lo empujó a internarse al país a través de Yucatán. Su ingreso a México lo hizo por el puerto de Progreso en 1902, radicando temporalmente en la ciudad de Mérida, donde también dejó huella de su trabajo.
Despues de trabajar exitosamente en diversos países, desde un tiempo atrás, Giacomino tenía el deseo de conocer México, y fue ese deseo el motivo que lo empujó a internarse al país a través de Yucatán. Su ingreso a México lo hizo por el puerto de Progreso en 1902, radicando temporalmente en la ciudad de Mérida, donde también dejó huella de su trabajo.
Ahí realizó los bustos-retrato del general Francisco
Cantón Rosado (1899-1902) y Olegario Molina Solís (1843-1925); ambos fueron
gobernadores de Yucatán; y Monseñor Norberto Domínguez, “los cuales adornan el
Museo Yucateco”. Además, esculpió el busto del general Antonio Maceo y
unos 20 bustos más, asombrando la rapidez de su ejecución.
En Mérida, Giacomino instaló un taller de escultura
donde elaboraría un sinnúmero de piezas artísticas, entre ellas dos cenotafios
de mármol ubicados al interior de la catedral de Mérida: el del obispo Leandro
Rodríguez de la Gala y Enríquez (1868-1887) y el del obispo Crescencio Carrillo
y Ancona (1887-1897).
Cuando el presidente Porfirio Díaz visitó Mérida en
1906, se levantaron fastuosos arcos, destacando el elaborado por la colonia
cubana, arco diseñado y dirigido por Giacomino; con seguridad los residentes cubanos
conocían de su estancia en Cuba y del trabajo que desarrolló en ese lugar, por
lo que el encargo debió estar precedido de dicha fama.
Por la elaboración del arco obtuvo un primer premio. El
Mundo Ilustrado del 11 de febrero de 1906, señalaba que la colonia
cubana había levantado “un bello arco de columnas macizas; en el frente lucían
escudos de Cuba y México enlazados”.
También tuvo el honor de ser elegido para esculpir
una placa conmemorativa con motivo de la estadía del general Porfirio Díaz en
Mérida. En el último día de su visita a Mérida, el 9 de febrero de 1906, el
general Porfirio Díaz pasaba frente al Palacio; ahí se dejó escuchar el Himno
Nacional y fue en ese instante en que Giacomino develó la placa conmemorativa
colocada en la fachada principal del edificio de gobierno. Estaba elaborada en bronce,
medía aproximadamente “un metro de largo por ochenta centímetros de ancho,
apareció sujeta por cuatro clavos angulares”. La inscripción decía: “En memoria
de la visita que hizo a esta ciudad el General Presidente don Porfirio Díaz,
siendo gobernador de Yucatán el Licenciado don Olegario Molina. Febrero de
1906”. La placa fue retirada durante el
gobierno del general Salvador Alvarado en 1915.
A iniciativa de Michele Giacomino se fundó en Mérida
la Escuela de Bellas Artes, “siéndole
encomendada la dirección de ella al señor Giacomino por el gobernador del
Estado licenciado don Olegario Molina”. De
esta Escuela de Bellas Artes, “multitud de artesanos se convirtieron en
notables artistas, por lo que la labor del señor Giacomino como director de
dicho plantel fue objeto de los más merecidos y calurosos elogios”.
Debido al empeño del señor Olegario Molina y de Justo
Sierra, Giacomino se decidió por trasladarse a la ciudad de México, “donde fue
designado para ocupar el puesto de Director de la clase de Escultura en la
Academia de San Carlos; sin embargo, no pudo aceptar dicha distinción por tener
compromisos ya contraídos”. Bajo la
dirección del arquitecto Emilio del Campo, desarrolló la parte decorativa del
teatro Colón, dejando en el mismo una estatua alegórica a la que llamó “Música
y Poesía”; por otra parte, “sus proyectos para los Arcos Triunfales en el Gran
Centenario fueron un éxito completo, pues el proyecto del Arco de la Paz fue
declarado el único” de verdadero mérito artístico. Sin embargo, la construcción de este majestuoso
arco no se realizó. El proyecto llevó por título “El Arco de la Paz”, signado
por Michele Giacomino, en México, el 23 de mayo de 1909. Su frase principal
iría abajo del águila que aparece como piedra clave del arco y dice:
“Celebración del Centenario de la independencia nacional. 1810-1910”.
El profesionalismo con que realizaba sus trabajos fue
conocido en Monterrey, y no tardaron en ofrecerle una invitación para ejecutar
su arte en esta ciudad, por lo que se trasladó de San Antonio a Monterrey en
1909; en ese año, una de las primeras obras que llevó a cabo fue la decoración
del teatro Independencia hasta su conclusión en 1910, en que fue inaugurado.
En los primeros años del siglo XX, la plaza Degollado presentaba una mala
apariencia y tenía una antiquísima pila que ya no servía, por lo que se tomó la
decisión —en febrero de 1911— de construir un Mercado de Flores y Objetos de
Fantasía, “aunque para ello fuese necesario dejar adentro la fuente que allí
existía, cuya idea fue bien acogida en vista de la gran cantidad de vendimieros
estacionados en las calles, principalmente en la de Benito Juárez, que no se
conseguía fuesen ocupar lugares en los mercados”.
La obra fue encomendada a Michele Giacomino, aunque
ésta no se llevó a cabo porque la inspección ocular determinó que perjudicaría
a los vecinos por la reducción de sus calles; en vista de la anulación del
proyecto del Mercado de Flores y Objetos de Fantasía, el Ayuntamiento decidió
renovarla; para ello contemplaron los servicios del escultor Giacomino, en cuyo
contrato del 2 de agosto de 1911 se comprometía a colocar pavimento de cemento con
subsuelo de concreto, una pila de cemento decorada con incrustaciones y
adornos, con estatua de cemento, juego de aguas, ocho leones con sus pedestales
y 12 bancas de fierro y madera. Finalmente, se comprometía
a embellecer el jardín, arreglar sus prados, abonarlo y colocarle plantas. Hubo otro postor, la
Compañía Industrial, que presupuestaba a menor costo, sin embargo, se aprobó la
de Giacomino, acaso no tanto porque lo ameritaba, sino porque existía un
compromiso moral al suspenderle el primer contrato del Mercado de las Flores.
El remozamiento se terminó
en ese año, gastando Giacomino el total del dinero acordado sin ganancia alguna
(5,192
pesos); ese resultado lo tenía previsto, “y sin embargo aceptó la empresa solamente
por dar a conocer sus trabajos y por el bien y ornatos de la Ciudad”, por lo
que se acordó un reconocimiento por parte del Ayuntamiento por el beneficio
público y embellecimiento de la ciudad.
Como parte de la
celebración del Centenario de la Independencia, el 15 de septiembre de 1910 se realizaron
festejos en honor de fray Servando Teresa de Mier; sin embargo, la realización
de una escultura no estaba todavía contemplada. Pocos meses después, la
Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de Nuevo León, a través de su secretario,
el señor Rafael Nájera, y su presidente, el señor general José M. Mier,
gobernador del estado, solicitó el 23 de enero de 1911 al ayuntamiento de Monterrey
la erección de un monumento para honrar y perpetuar la memoria de fray Servando
Teresa de Mier. Se consideró como ubicación la Calzada Unión, al oriente
del Arco de la Independencia; estableciendo que dicha escultura debería estar
sostenida por un monumento.
Así se realizó ante un gran número de personas, destacando
entre ellas los miembros de la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de
Nuevo León. En 1958 la escultura fue cambiada a las calles Padre Mier y
Cuauhtémoc, donde le construyeron otro pedestal. Ahí
permaneció hasta que en septiembre de 2009 se le reubica frente a la biblioteca
Fray Servando Teresa de Mier, dentro de la macro plaza de Monterrey.
Al término de su trabajo, Giacomino recibió una
propuesta del licenciado Fernando Ancira Sánchez para decorar el interior del
Gran Hotel Monterrey (hoy hotel Ancira), propuesta que aceptó dedicándose a la
decoración durante el resto de 1912 hasta el momento de su inauguración.
Otras obras notables fueron la decoración de la casa del
señor Garza Guerra y el gran salón de la casa del señor Larralde, trabajos que
a decir de Giacomino, dejaron satisfechos a los interesados.
En Monterrey le solicitaron un busto de Gabriele D’Annunzio
que, a la postre, el nombre del gran poeta y soldado de Italia sería utilizado
para nombrar su taller de arquitectura y escultura decorativa.
Por otra parte, la sociedad tipográfica Gutemberg
organizó una celebración en su honor haciéndolo miembro honorario; a su vez,
Giacomino les entregó un busto del célebre impresor.
En 27 de noviembre de 1911 varios médicos vecinos de
Monterrey, organizados en una junta para erigir un monumento a la memoria del
ilustre doctor José Eleuterio González, solicitaron al Ayuntamiento un subsidio
para llevar a efecto su propósito; se acordó cooperar con una suma de 20% del
total de la obra, esperando que lo demás se recabará por la junta.
El 10 de junio de 1912, el Ayuntamiento acordó erigir
una estatua a la memoria del doctor José Eleuterio González en la plazuela
frente al hospital civil. El contrato fue
puesto a concurso, pidiéndose “diversos proyectos a arquitectos y contratistas”,
discutiéndose ampliamente tanto en lo artístico como en lo económico; resultó aprobado
el de Michele Giacomino, por encima de otros 15 escultores que llegaron de
algunos estados de la República Mexicana y de Estados Unidos. Giacomino se
encargó “de dirigir las obras respectivas sin remuneración especial por su
trabajo, por haberlo así pactado en el contrato que celebró con la Junta
encargada de la erección del monumento”.
Era un pedestal de mármol de cerca de tres metros de
altura, donde estaba la escultura del doctor González sentado en un sillón;
contiene distintas inscripciones y tres fechas: 1) 20 de febrero de 1913,
correspondiente al centenario de su natalicio; 2) 1 de mayo de 1860, refiere la
fundación del “Hospital González”, y 3) 1913, se refiere al año en que la
terminó Giacomino, quien
también llegó a hacer un busto del doctor Gonzalitos.
En 1920, frente a la plaza del Colegio Civil, sobre la
esquina sureste de las calles de Washington y Juárez, se mudaron los talleres
de la marmolería de “Giacomino y Cía.”, mudando también de nombre por el de
“Gabriel D’Annunzio”. Así se anunciaba en el periódico El
Porvenir, donde se ofrecía el labrado de monumentos, estatuas y
ángeles de todas dimensiones, capillas, lápidas, escaleras, altares, cruces,
bajorrelieves, bustos y monumentos patrios en mármol, granito y bronce; también
prestaban sus servicios para la construcción de fachadas “según las
construcciones modernas italianas” y retratos “esmalte porcelana inalterable hechos
a la perfección en las más importantes casas de Italia”.
En 1921, el escultor Giacomino era el director propietario
y Augusto Massa Rosollini jefe de talleres. El mármol que usaba era traído de
la Casa Ganni & Cia., en Livorno, Italia. Muchas de las obras a partir de
su sociedad con Massa están firmadas por ambos, aunque eso no obstó para que
Giacomino continuara produciendo de manera personal. Así, un año después lo
encontramos haciendo trabajo decorativo en la oficina de correos de la ciudad y
participó con un proyecto para la erección del monumento al general Mariano
Escobedo que no fructificó.
Cuando terminó y colocó en el cementerio de El Carmen
la estatua en mármol del capitán Lorenzo Aguilar, muerto en defensa del partido
maderista, su obra fue ampliamente elogiada y
los encargos de bustos-retrato, monumentos funerarios y capillas comenzaron a
serle solicitados. Uno de ellos fue el busto-retrato del señor Desiderio
Lagrange (hoy desaparecido).
Efectivamente, los trabajos de Giacomino fueron muchos;
algunos de ellos incluso fueron publicados en el periódico El
Porvenir, como el relieve nombrado “El Dolor”, esculpido en 1921 y publicado
en septiembre de ese año. Se trata de un ángel recargado sobre una lápida que
cae bajo una palma; obra de su inspiración, fue decorado por Augusto Massa y
adquirido por la familia Clariond. Al respecto, Giacomino apuntó: “Este trabajo
ha llamado poderosamente la atención de cuantos han visitado estos talleres,
por ser original y de buen gusto artístico siendo desde luego adquirido por la
familia CLARIOND”.
Sin embargo, el monumento funerario que le mereció
más atención por parte del periódico El Porvenir
fue el monumento a las Artes Gráficas de 1922, dedicado al tipógrafo
Eloy E. Estrada, muerto en abril de ese año. No
es casual ese interés, pues era el patronato de “El Porvenir” y la “Unión de Artes
Gráficas”, quienes costeaban la mayor parte del trabajo. El 2 de agosto
anunciaban la próxima elaboración del monumento diseñado por Michele Giacomino,
mismo que sería construido con mármol blanco de Carrara.
Cuatro meses más tarde, El Porvenir publicó
de nueva cuenta el monumento funerario del tipógrafo Eloy Estrada, pero en esta
ocasión ya no se trataba del proyecto en papel, sino de una fotografía del
mencionado monumento ya terminado y ubicado en el panteón de El Carmen, donde
la mano del también artista Augusto Massa estuvo definitivamente implicada.
De las cinco obras funerarias que Giacomino mencionó
en 1923, sólo subsisten cuatro de ellas, la primera es la capilla de Francisco
y Octavio Zambrano, y es sin duda una de las más impresionantes por su
monumentalidad.
La mencionada capilla de la familia Zambrano no está
fechada; escasas son las obras de Giacomino que lo están; a decir verdad son
las menos; la mayoría de ellas se han tenido que fechar por aproximación a la
fecha del difunto; en el caso particular de esta capilla ni siquiera se posee
ese último dato; sin embargo, la mención de la capilla realizada por Giacomino
en 1923 la sitúa anterior a ese año.
Erigida completamente en mármol, hizo sobresalir en
su cúspide las esculturas de dos figuras femeninas infantiles posadas en un
cúmulo de nubes, ambas acompañadas de un ángel que Giacomino resolvió mostrarlo
flotando (así lo denotan sus pies en el aire) y no volando, pues sus alas no
manifiestan movimiento.
El trabajo escultórico fue minucioso, especialmente en
el detalle de las prendas y las flores, y sobre todo en la expresión de los
rostros. Acaso las figuras femeninas sean la representación simbólica del alma
de Francisco y Octaviano Zambrano.
La segunda obra citada por Giacomino fue la capilla y
busto de Gerónimo Treviño (figura 15). Ambas se realizaron en mármol y la
capilla, además de mostrar el nombre del autor, tiene grabado el año de su
construcción: 1917. En lo que respecta al busto del general, éste fue robado el
3 de agosto de 2010.
La tercera obra citada por Michele Giacomino es la
capilla de la familia Bortoni; en este particular caso, Giacomino
desarrolló una planta octogonal; sigue manifiesto su excelente trabajo en
mármol, donde cabe destacar la calidad de sus ángeles en relieve y el
escultórico Sagrado Corazón de su remate. Dos elementos particularmente destacables
se hacen presentes en esta capilla: el empleo del metal con sus barandales
tubulares y la presencia de cuatro vitrales.
Si bien la capilla de la familia Bortoni no se
encuentra fechada, la referencia periodística de El Porvenir
nos remite a un momento anterior a 1923.
Un caso interesante es el de la tumba de Pablo González
Garza, donde se encuentra la escultura de una bella mujer sosteniendo flores
que desde 1927 realizaron Michele Giacomino y Augusto Massa. La
ejecución de esta pieza es excelente, tanto en el acabado de los pliegues de su
túnica, los detalles de las flores, así como en su actitud de movimiento
corporal y su rostro desconsolado.
Es indudable la valiosa participación de Augusto
Massa en ella, pues ambos lo firmaron:
“Giacomino, Massa y Cía”.
Tres años más tarde, el periódico El
Porvenir anunciaba el proyecto de cripta para Pablo González Garza;
aparece en el mencionado periódico una fotografía de la maqueta en yeso de la
capilla de “estilo gótico con hermosas balaustradas
de mármol, opulentas escalinatas también de
mármol y esbeltas columnas rematadas por una
majestuosa y gallarda cúpula” hermoso
proyecto que no se realizó.
No muy lejos de esta escultura se encuentra uno de sus mejores trabajos, donde la mano del novel
escultor Augusto Massa también intervino.
La escultura a la que hacemos referencia es la que labró
para la familia de Luis Lauro González, de 1928, obra que merece toda nuestra
atención. En mármol de una pieza, labró un ángel que pareciera sollozar
recargado sobre una columna rota, mientras sostiene
una guirnalda de flores; frente a él y a su alrededor, rosas esparcidas que
incluso invaden el espacio en blanco de un pergamino donde no hay una sola
letra tallada.
Cabe señalar que “Giacomino, Massa y Cía.” realizaron
numerosas obras donde se conservaron los modelos y las posturas, pero siempre
con variantes que les permitieron personalizarlas; hay un par de esculturas de
pleurantes y otro de monumentos funerarios que permiten ejemplificar lo anterior.
En el primer caso, la firma “Giacomino y Massa” esculpieron una pleurante para
la familia de José María de la Garza de 1920; 16 años más tarde, ya
con la firma “Giacomino y Massa y Cía Sucs. Juárez y Washington (1936)”, volvieron
a repetir para la familia de Samuel Cantú la misma pleurante, con
significativas diferencias.
Un caso donde es posible atribuirle otra obra a
Michele Giacomino es el monumento de la familia Fernández Escamilla (figura
22), que no está firmado ni fechado, pero que mantiene casi los mismos elementos
del monumento funerario de la familia Jesús M. Villarreal, de 1920.
El trabajo escultórico que realizaba Michele
Giacomino en sus talleres variaba en calidad y costo, desde la solicitud de
obras específicas hasta obras ya realizadas para ser compradas por el
interesado; había para todos los gustos y todos los bolsillos. Sus trabajos los
hacía en mármol, bronce, granito, cantera, concreto y piedra artificial. El 29
de junio de 1930 anunciaba en un desplegado la venta de sus obras; uno de ellos
fue el que compró la familia de Fructuoso Guerra en 1935, donde se incluyó una escultura
de Santa Teresita del Niño Jesús, monumento funerario cuya
fotografía se sumaba a otras que aparecían en el anuncio.
En el panteón de Dolores de la ciudad de Monterrey todavía
no se ha realizado un registro de la obra de Michele Giacomino; sin embargo,
existe al menos una pequeña escultura de dicho artista que apareció en el
anuncio ya citado; se trata de un angelito colocado en la tumba del niño
Ramoncito del Río Toffe y que el anuncio señala de una altura de 65
cm; se podía comprar solo o con monumento, “como gusten”. El valor del
angelito: 220 pesos sin pedestal.
Hasta el momento, en el panteón de El Carmen se han
registrado 29 obras de Giacomino.
Si consideramos las que se han perdido (cuatro de ellas
con registro documentado) y las que todavía deben existir sin registro, las
expectativas de que ese número aumente considerablemente son amplias.
La mayor parte de su trabajo se concentró en la
ciudad de Monterrey, aunque sus talleres igualmente mandaron obras a Tampico,
Matamoros y Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas; Saltillo y Torreón, en Coahuila;
la capital de Durango y Chihuahua, y otras poblaciones de importancia en Nuevo
León.
En el panteón de Santiago, en Saltillo, Coahuila, hay
tres obras que registran la presencia artística de Giacomino, aunque es muy
probable que no sean las únicas. La primera está firmada y fechada: “M. Giacomino,
Monterrey, N. L., 1915”; se trata de la tumba de la familia de E.
P. Martínez, donde se encuentra un monumento funerario consistente en un
pedestal que sostiene a un ángel con los brazos cruzados sobre el pecho. Este monumento funerario es el segundo más antiguo registrado de Giacomino
para el noreste y el primero que está fechado.
La segunda obra registrada en el panteón de Santiago
tiene la razón social de “Giacomino y Massa, Washington 20, Monterrey, N. L.” (letra
manuscrita); en ella destaca el relieve del águila devorando a una serpiente
(figura 29), mientras que la tercera obra, perteneciente a la familia Salas
López, tiene una nueva denominación:
“Giacomino, Massa y Cía., Juárez y Washington, Monterrey,
N. L.” (letra de molde); en esta sobresale un ángel con alas desplegadas que
sostiene una cruz. También es digno de mencionar que encargó muchos
retratos-esmalte en porcelana a “las más importantes casas de Italia”. De forma
personal encargó los retratos en esmalte de Óscar Margarito González (1927),
Rosaura Martínez (1931), Felicitos de la Garza (1931), Fructuoso Guerra (1935) y
su esposa Tomasita C. de Guerra (1951), Esther Eva Sepúlveda (1938), mismos que
se encuentran en el panteón de El Carmen, mientras que en el panteón Dolores
sólo existe uno, el de la familia Garza Zambrano. Asociado con Augusto Massa encargó
los de Rafael Nájera (1925), Pablo Valadés (1926), Magdalena M. de Morales
(1926), familia Garza Moreno (s/a), familia Peña Badillo para el panteón de El
Carmen.
En sus talleres de marmolería, Giacomino formó buenos
escultores; uno de ellos fue Elías Buentello,
“artista regiomontano que a los quince años de edad
ha empezado a pulir trozos de mármol transfigurándolos en caprichosos motivos
ornamentales”; bajo la dirección de Giacomino, Buentello aprendió, a partir de
1926, “a plasmar, a transportar y a cincelar en mármol figuras decorativas de
las más complicadas y exquisitas”. A finales
del siguiente año le fue entregada una medalla de oro por sus maestros, siendo
su padrino el periodista Eduardo Martínez Célis, en presencia de Italo Mega,
vicecónsul de Italia.
El retrato escultórico fue especialidad de Michele Giacomino;
el parecido físico de los personajes que imprimía en sus obras siempre fueron
aplaudidos, y es necesario precisar que un buen número de bustos-retrato
realizados por Giacomino no tuvieron por fin último el ser colocados en la
tumba de la persona que representaban; así encontramos que el busto del señor
Manuel Cantú Treviño fue obsequiado a la Cámara de Comercio.
Cabe resaltar que muchas de las obras ornamentales de
los paseos públicos Giacomino las ejecutó no sólo por solicitud del
Ayuntamiento de Monterrey, sino con absoluto desinterés a recibir pago alguno;
incluso en más de una ocasión llegó a pagar de su dinero los gastos de las
obras. Esto le valió un diploma por parte del Ayuntamiento el 20 de diciembre
de 1928.
En uno de sus diversos viajes a Italia recibió el título de
Cav. Uff. (Cavaliere Ufficiale: Caballero Oficial) de la corona de Italia “por
virtud de un Real Decreto que expidió reciente su majestad el rey Víctor Manuel
III”; también fue nombrado Profesor de
Escultura por la Real Academia de Bellas Artes de Italia y honrado con la
medalla de oro por la Cruz Roja Italiana por los servicios prestados a dicha institución
durante la gran guerra. El 13 de agosto de ese año tomaría un vapor para
regresar a México; el 30 de ese mes arribó con su esposa a la estación
Unión de la ciudad de Monterrey.
En agosto de 1930, a los 62 años de edad, Giacomino anunciaba
su retiro laboral por motivos de salud; a partir de ese año realizó pocas
obras; un año antes había anunciado la disolución de la sociedad “Giacomino,
Massa y Cía.”, cuyo nombre conocido era el de “Gabriel D’Annunzio”.
En 1935 Giacomino anunció su retiro definitivo debido
a su avanzada edad. Sólo tres años más
viviría al lado de su esposa, ya que a las 11:15 horas del 19 de diciembre de
1938, a consecuencia de una bronconeumonía, moría en la casa número 133
Poniente de la calle de Matamoros el talentoso escultor italiano Michele
Giacomino; contaba con 76 años de edad.
El funeral se realizó el día 20 a las 10:00 horas en
el panteón de El Carmen. El 22 de ese mes, la marmolería D’Anunnzio enviaba sus
condolencias. En dicha casa seguiría
viviendo, por algunos años más, su viuda la señora Rosa Iglesias, quien moriría
en 1947.
Fuente Bibliográfica:
Enrique Tovar Esquivel y Julia Santa Cruz Vargas. (2011). Un destacado escultor italiano en Monterrey (1902(?)-1938): Michele Giacomino Manchineli. Boletín de Monumentos Historicos. Tercera Época Núm. 21. Enero-Abril 2011.
https://revistas.inah.gob.mx/index.php/boletinmonumentos/article/view/2149
Fuente Bibliográfica:
Enrique Tovar Esquivel y Julia Santa Cruz Vargas. (2011). Un destacado escultor italiano en Monterrey (1902(?)-1938): Michele Giacomino Manchineli. Boletín de Monumentos Historicos. Tercera Época Núm. 21. Enero-Abril 2011.
https://revistas.inah.gob.mx/index.php/boletinmonumentos/article/view/2149
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